A veces me paro delante de mi querido y pequeño armario, siempre desordenado, porque yo nunca entendí muy bien que era aquello del "orden", y entre el revuelto de camisetas y pantalones, nerviosa porque voy tarde y no encuentro aquello que busco, decido organizar mi "tesoro". Camisas, bien planchadas, a sus perchas, vaqueros, bien doblados, al estante de abajo, justo al lado, las camisetas, zapatos, arriba... Y así todo listo hasta el próximo día en el que me posea esa sensación de "no sé que ponerme" y todo vuelva a ser el estercolero que llama mi madre.
Ahí, en es momento, en el todo está en su sitio, y una se siente orgullosa de su trabajo y se compromete a mantenerlo, es cuando pienso que mi armario es una vieja televisión en blanco y negro, porque yo no tengo un little black dress, no, yo tengo 6, ni tengo un par de camisetas blancas... No tengo infinitas camisetas blancas, infinitas y únicas, y es que... Estas prendas para mí son las que me hacen feliz, para mi no son fondos de armario, sino ropa con la que me siento cómoda a mas no poder, prendas con las que me siento muy yo, que me puedo poner para cualquier ocasión y que marcan mi estilo, y aunque a veces quizás caiga en una monotonía un tanto descarada, sigo pensando que el blanco y el negro son los primogénitos de los colores, y que cuanto menos, mejor.
Evidentemente tengo blusas amarillas, pantalones verdes y zapatos rojos.. Sí! Pero nada me hace sentir como mi LBD y mis nikes blancas!