Como echo de menos aquellas noches en la 440 en las que los dos nos
quedábamos quietos , en silencio, intentando comprobar si realmente era o no el
reflejo de la luz de la torre Eiffel el que de vez en cuando asomaba por
nuestra ventana. Aquellas cenas de
ensalada, fajitas, sándwich, burritos, y
viceversa… seguidos de las fresas con yogurt griego straciatela, mientras que esperábamos a que el maldito internet de la resi nos
dejara ver algo en la tele, con su seguido atracón de cereales de leche fría,
justo antes de dormir. Te recuerdo allí,
en los pies de la cama, justo después de comer
en el mes de enero, tirando de la mantita gris, mientras yo me apoyaba
entre las luces del cabecero que había tras la cortinita de tul que compramos a
medias aquella tarde que me volví loca en el IKEA, sí esa tarde en la que tú te
volviste loco conmigo al intentar hacerme una cama-nido con aquella cinta de
doble cara que tanto nos dio de sí. Allí
estábamos los dos, tú me tocabas los pies, yo te miraba a la cara, y empezábamos
a discrepar sobre temas políticos,
intentando resolver los problemas económicos, sociales, educativos, de
Francia, de España, y de cualquier parte del mundo. Aquellas veces que me dormía diez minutos
escasos justo antes de recoger a Valentine, y me tapabas para despertarme
porque era hora de irse, aquellos días en los que no sabía que ponerme y me
acababas vistiendo tú…
Recuerdo soñar contigo, soñar despierta, recuerdo hablarte y hablarte
sin parar de mis planes de futuro, una y otra vez, como si nunca antes te los
hubiera contado, y te recuerdo a ti, dándome alas para volar, haciéndome vivir
en un mundo tan idealizado, tan perfecto…
totalmente irrealizable, y de repente volver a la realidad, y mirarte y pensar que vivía en París, y
entonces todo se convertía en un bucle
en el que no podíamos dejar de soñar.
Recuerdo aquellos días en los que estaba enfadada contigo y me metía
debajo del edredón, y entonces no se te ocurría otra cosa que freír alguno de
aquellos chorizos asturianos que nos había mandado mi madre y que desencadenaba
la ira de la alarma antincendios, lo que provocaba que me levantara de un
salto, porque yo otra cosa no, pero soy de esas que se asustan por cualquier
cosa, y te viera ahí, riéndote, escondido entre toda tu colección de dulces y
grasas saturadas, ahogándote entre el humo.
O esas veces en las que la discusión iba más allá, y como que en 15
metros cuadrados el espacio no daba para salir muy lejos, acababa encerrada en
aquel cuarto de baño de avión de una sola pieza, y tu allí que te quedabas
sentado bajo las fotos de color amarillo, riéndote mientras me apagabas y me
encendías la luz…. Y ahora llegan las nueve de la noche cada día, y me muero por verte entrar sin llamar por la 440 para cenar, con tus pantuflas horribles de la hormigas, con el pelo mojado, y con ese olor a gel de frutos rojos del Leader Price, porque muero por darle otra oportunidad a nuestra visión sobre el mundo, porque necesito que te quedes horas y horas hablando conmigo antes de dormir recordarme que todos nuestros sueños se harán realidad, y que ahí estaremos el uno con el otro para apoyarlos, y sí también, para repetirte eso que solo tú, y yo, podremos repetir, "porque pase lo que pase, siempre nos quedará París"
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