lunes, 19 de octubre de 2015

"Siempre nos quedará Paris". Humphrey Bogart



Como echo de menos aquellas noches en la 440 en las que los dos nos quedábamos quietos , en silencio, intentando comprobar si realmente era o no el reflejo de la luz de la torre Eiffel el que de vez en cuando asomaba por nuestra ventana.  Aquellas cenas de ensalada, fajitas, sándwich,  burritos, y viceversa… seguidos de las fresas con yogurt griego straciatela,  mientras que esperábamos  a que el maldito internet de la resi nos dejara ver algo en la tele, con su seguido atracón de cereales de leche fría, justo antes de dormir.  Te recuerdo allí, en los pies de la cama, justo después de comer  en el mes de enero, tirando de la mantita gris, mientras yo me apoyaba entre las luces del cabecero que había tras la cortinita de tul que compramos a medias aquella tarde que me volví loca en el IKEA, sí esa tarde en la que tú te volviste loco conmigo al intentar hacerme una cama-nido con aquella cinta de doble cara que tanto nos dio de sí.  Allí estábamos los dos, tú me tocabas los pies, yo te miraba a la cara, y empezábamos a discrepar sobre temas políticos,  intentando resolver los problemas económicos, sociales, educativos, de Francia, de España, y de cualquier parte del mundo.  Aquellas veces que me dormía diez minutos escasos justo antes de recoger a Valentine, y me tapabas para despertarme porque era hora de irse, aquellos días en los que no sabía que ponerme y me acababas vistiendo tú…



Recuerdo soñar contigo, soñar despierta, recuerdo hablarte y hablarte sin parar de mis planes de futuro, una y otra vez, como si nunca antes te los hubiera contado, y te recuerdo a ti, dándome alas para volar, haciéndome vivir en un mundo tan idealizado, tan perfecto…  totalmente irrealizable, y de repente volver a la realidad,  y mirarte y pensar que vivía en París, y entonces  todo se convertía en un bucle en el que no podíamos dejar de soñar.  

Recuerdo aquellos días en los que estaba enfadada contigo y me metía debajo del edredón, y entonces no se te ocurría otra cosa que freír alguno de aquellos chorizos asturianos que nos había mandado mi madre y que desencadenaba la ira de la alarma antincendios, lo que provocaba que me levantara de un salto, porque yo otra cosa no, pero soy de esas que se asustan por cualquier cosa, y te viera ahí, riéndote, escondido entre toda tu colección de dulces y grasas saturadas, ahogándote entre el humo.  O esas veces en las que la  discusión iba más allá, y como que en 15 metros cuadrados el espacio no daba para salir muy lejos, acababa encerrada en aquel cuarto de baño de avión de una sola pieza, y tu allí que te quedabas sentado bajo las fotos de color amarillo, riéndote mientras me apagabas y me encendías la luz…. Y ahora llegan las nueve de la noche cada día, y me muero por verte entrar sin llamar por la 440 para cenar, con tus pantuflas horribles de la hormigas, con el pelo mojado, y con ese olor a gel de frutos rojos del Leader Price, porque muero por darle otra oportunidad a nuestra visión sobre el mundo, porque necesito que te quedes horas y horas hablando conmigo antes de dormir recordarme que todos nuestros sueños se harán realidad, y que ahí estaremos el uno con el otro para apoyarlos, y sí también, para repetirte eso que solo tú, y yo, podremos repetir, "porque pase lo que pase, siempre nos quedará París"


 


                              

martes, 13 de octubre de 2015

How to wear... flare pants?


Hace poco, mi gran amiga y compañera de armario, insistía en comprarse unos pantalones "acampanados", ¡oh Dios! puse el grito en el cielo : ¡NO!. No podía volver a caer. Fui muy fan en su tiempo de los pantalones superacampanados, adaptados a la moda de aquel momento, a los que les importaba poco el zapato que llevaras debajo, cuanta más campana mucho mejor, aquellos de los que me costó años deshacerme y ahora, me siento y echo la vista atrás, y me preguntó, ¿Cómo? ¿Cómo pude llevar aquellos pantalones, negros, de pana, campana, embutidos a más no poder? Y no solo llevarlos, sino encima, sentirme orgullosa de ellos, ¿Cómo?. Pero la cosa no va de avergonzase, nadie es perfecto, ok? la cosa va de recordar que yo en aquel momento, con aquella prenda, pues me sentía la persona más molona del mundo, y que igual no hubiera sido tan feliz vistiendo con otros un poquito más discretos, ellos han sido una prenda clave en la historia de mi vida, y es curioso como los recuerdo. Su final, fue trágico, aunque esperado, se rompieron los bolsillos del culete dejando ver más de la cuenta, digo esperado porque no podían ser mas ceñidos, y no, no eran de licra, y trágico porque deportarlos costaron lo suyo, yo, señores, seguía poniéndomelos rotos, don't worry! un parche por dentro y listo, y menos mal, que en ese momento justo, llegaron los "pitillos", y mis queridos pantalones "superacampanadosnegros" pasaron de moda.

Cuando llegué de París, las rebajas zariles ya estaban más que explotadas, era imposible encontrar algo en aquella moribunda tienda, pero yo no me daba por vencida, y no os lo vais a creer, pero los únicos pantalones decentes que había de mi talla, eran unos pantalones supercampanados negros, y no, no eran de pana, sino de tela muy ligera y perfecta para el entretiempo. No sé si fue porque me propuse no salir de Zara sin nada, o porque va a ser verdad que la moda se repite, y se repite, pero hoy,  mis superacampanados negros vuelven a mi armario, y me encantan!






Zara (soldes)









 Belair (nueva colección)